El violinista Joaquín Claudio Martín y la Málaga musical del siglo XX
Ahora que nos toca beber el último sorbo del siglo XX -aún estamos, aunque muchos digan lo contrario, en el siglo XX- y descendemos por esta vertiginosa pendiente que nos arrastra al siglo y milenio próximo, es conveniente y enriquecedor tomarnos el pulso y hacer una reflexión en torno a la música y los músicos que nos precedieron en esta última centuria, para no hacer nuestro pasado vacío y perder el norte. Esta reflexión tendrá como eje, la vida musical del violinista malagueño Joaquín Claudio Martín.
Joaquín nació en el ático del Banco de España -entonces situado en calle Córdoba-, el 23 de Julio de 1901, en el mismo año en que murieran los ilustres músicos malagueños Eduardo Ocón y Emilio Soto. Del compositor Eduardo Ocón tenemos bastantes referencias gracias al trabajo del profesor Gonzalo Martín.
Por sus investigaciones sabemos que Ocón fue compositor malagueño de reconocido prestigio y que incluso hizo música de cámara con el mismísimo Pablo Sarasate, violinista virtuoso que, junto a J.Joachim -su competidor y referencia obligada- se repartían las mieles del éxito y del virtuosismo mundial en la última parte del XIX. Otro malagueño ilustre, que murió el mismo año en el que el protagonista de estas líneas fue concebido, es Emilio Soto. Personalidad musical aún por descubrir, cuyo auténtico nombre era Eudoro Emilio Rodríguez López -ignoramos el porqué del cambio de nombre-. Fue profesor de violín del “Maria Cristina” y alumno del algecireño Regino Martínez, primer profesor de violín que tuvo Málaga -desde 1871- en la academia de su recién creada Sociedad Filarmónica, fundada en 1869. El violín fue, junto al solfeo, las dos únicas asignaturas que se impartieron en la academia de la Filarmónica hasta la creación del Real Conservatorio “Maria Cristina” en 1880.
Los papás de Joaquín Claudio Martín lo matriculan en el Conservatorio en el año 1910, tras abonar el primer plazo de la inscripción, consistente en diez pesetas, en el mes de Septiembre. El último plazo se hará efectivo durante el mes de Enero. Esta medida de fraccionamiento, se acordó por el centro para facilitar la matriculación de alumnos. Tenemos constacia de ella y de otros muchos datos del antiguo conservatoio malagueño gracias al trabajo del profesor Manuel del Campo. Joaquín toma las primeras lecciones de solfeo con Baldomero Ruiz, profesor que se encargaba de impartir los primeros cursos. Los siguientes los hará con Luis López y José Cabas Quiles. La saga de los Cabas continúó con su hermano Rafael -entra como profesor auxiliar en 1909- tras morir su padre José Cabas Galván, también profesor de solfeo del Centro desde 1876. En 1911, Joaquín comienza sus primeras clases de violín con el profesor González Palomares -alumno que fue de Regino Martínez-. González Palomares tocó para Sarasate durante la visita de éste a Málaga, en 1881. En esta fecha, el virtuoso dio un recital con un sexteto y alguna clase magistral en el “Maria Cristina” que concluyó en un improvisado concierto con una pequeña orquesta en la que se incluían los alumnos aventajados del profesor Regino. Al concluir el concierto, dio fe del excelente nivel de los alumnos de violín de nuestra ciudad. En 1884, ya existían en Málaga 16 titulados en violín que habían concluido su carrera profesional. Ese mismo año, el número de alumnos matriculados era de doscientos cuarenta y dos. Por ello, nuestra tradición pedagógica es una de las más antiguas de nuestro país.
Joaquín Claudio continúa sus estudios, a partir del año 1914, con el violinista madrileño Fermín Pérez Zunzarren, debido principalmente a la no presencia material de su hasta ahora profesor en nuestra ciudad por los numerosos compromisos y actividades concertísticas y también, por qué no decirlo, al carácter algo bohemio y desprendido del profesor malagueño: -ingresa en 1887, cesa en 1900, ingresa de nuevo en 1911 y se marcha desde 1914 a 1916, fecha en la que se incorpora definitivamente- . Otros componentes de la plantilla del Conservatorio en estas fechas lo forman el auxiliar Fermín Canseco y los profesores de violín Antonio Pérez -imparte violín y viola-, Antonio Santiago y Antonio Valero -estos dos últimos cesan en 1911-. Cada curso le compran al niño Joaquín los cursos del método Eslava de solfeo y Alard de violín en la tienda del número dos de la calle de los Mártires que regenta Pablo Martín -sucesor de Adolfo Montargón-. Allí, curiosamente, comenzó su actividad musical años antes la recién creada Sociedad Filarmónica de Málaga. Concretamente en los altos de este almacén. Posteriormente, ya en 1920, abre sus puertas un nuevo almacén de música en el número 46 de calle Nueva regentado por Emilio Encina.
El joven Joaquín Claudio, pronto se integra en diversas agrupaciones musicales como la estudiantina en 1917. Recordemos que, hasta ahora -principios del s.XX-, la actividad musical de Málaga se diversificaba de la forma siguiente : en la Capilla de la catedral, -cada vez más mermada hasta desaparecer, por la disminución pecuniaria del estado a la iglesia-, la programación de zarzuela y lírica de los dos teatros de la capital : el Príncipe Alfonso -más tarde Cervantes- y el Principal -más antiguo, creado en 1793 en la actual Plaza del Teatro, hoy desaparecido-, amén de recitales de aficionados y artistas consumados en locales como la Fonda de Oriente, de la Victoria y de los Tres Reyes -allí había tocado nada menos que F.Liszt en 1845-, jardines de Natera y el Coto, Liceo, Casino, Círculo Mercantil, Sociedad Filarmónica y otras salas entre las que se encuentran los salones de las residencias de personajes ilustres e ilustrados malagueños. Algunos de estos recitales se celebraron con motivo de importantes festividades o visitas de personalidades distinguidas. Es curioso y digno de destacar, el auge de recitales de violín y piano programados en nuestra ciudad a finales del XIX, hecho del que deja constancia el profesor Tenllado . Así pues, pasadas las dos primeras décadas del s.XX, la actividad en Málaga para los músicos como el joven Joaquín Claudio pasaba por integrarse en cualquiera de las orquestas que ponían la música a las funciones de ópera, zarzuela o variedades -danza, canciones populares,...- de los Teatros Cervantes, Principal, Lope de Vega o Petit-Palais, entre otros. Era norma de la época para los músicos profesionales -seguimos en las primeras décadas del siglo- estar censados como “Profesor de Orquesta”. Esta cualificación se obtenía tras superar un examen en el que estaba presente un tribunal formado por profesores que venían desde Madrid. A través de este censo de profesionales, se obligaba a las empresas a contratar a estos músicos en detrimento de otros pseudo-profesionales que no reunían el nivel o los requisitos para ser considerados como tales. Desde que, en 1900, el Cabildo de Málaga dictara el reglamento para el funcionamiento de la Catedral, no hizo sino plasmar, en el caso de la música, la falta de ingresos suficientes para mantener una Capilla instrumental digna, quedando ésta anulada, salvo en el caso de los organistas. Visto lo anterior, las autoridades religiosas -ya en contadas ocasiones-, y sobre todo las civiles o particulares, serán los que de ahora en adelante contraten los servicios musicales religiosos.
A partir de ese momento, se constituyeron pequeñas formaciones de cámara que actúan en las novenas, tríduos y demás manifestaciones religiosas. Este tipo de música se realizaba durante todos los días del año, tanto en la Catedral como en otros templos de la ciudad. En este marco también se integra Joaquín Claudio, como otros profesionales de su entorno. Si bien, esta actividad irá en detrimento a medida que avanzan las décadas del siglo y se seglariza la sociedad malagueña. Al surgir el cinematógrafo, al principio mudo, también fueron necesarios músicos para poner en directo los fondos a las escenas de las películas y tocar en los entreactos, entre bobina y bobina. Por las mañanas, Joaquín se reunía con sus compañeros en cines como el Pascualini, Moderno, Teatro-Cine Principal, para ver la película, ensayar y ordenar los temas musicales, según se tratara de una escena de acción, de amor, .... A pesar de la ingente actividad musical malagueña de estas primeras décadas, la música no estaba todavía considerada como para comer de ella exclusivamente.
En 1882, el sueldo que cobraba un profesor de violín al mes -160 reales- y lo que pagaba un socio de la Filarmónica -120- por escuchar música, nos da pruebas de la desigualdad económica. Valga otro ejemplo, en el año 1937, con 69 años de edad, el profesor Gonzales Palomares ganaba al mes 2000 pesetas. Es obvio, por tanto, que los músicos profesionales se dedicaran también a otros menesteres, como en el caso de Joaquín Claudio, que lo fue en el desempeño de su puesto de administrativo en la Renfe de nuestra capital. Comienzan los años locos, los trajes de baño atrevidos y el boom de las salas de baile y ritmos frenéticos como el charlestón, así como la difusión de estas músicas por el gramófono. Aparecen entonces en nuestra ciudad grupos -llamados bandas- que tocan estos ritmos y otros más clásicos como valses, tangos, pasodobles en salones como los Baños de la Estrella o Baños del Carmen. Los Baños de la Estrella, estaban situados en la Malagueta a la altura del entonces Hotel Miramar, a varios metros sobre el nivel del agua y enclavados en una estructura asentada sobre unas vigas que se introducían en el fondo del mar. Al caer la tarde, los Baños se convertían en salón de té y baile, para ello, músicos como Joaquín formaban pequeños grupos que amenizaban estas veladas. Precisamente en estos baños, conoció el violinista protagonista de estas líneas a la que sería su esposa, la señorita alemana Marie Luise Kraus.
En los últimos meses del año 1945 llega a Málaga, procedente de Madrid, el recién nombrado profesor “Especial” de Solfeo, Pedro Gutiérrez Lapuente, y con él un proyecto muy ambicioso : la creación de una orquesta sinfónica estable con un grupo de instrumentistas malagueños. Uno de estos músicos que se embarcaron en este proyecto fue Joaquín Claudio que, junto a otros, comenzaron una andadura por dotar a Málaga de una plataforma sinfónica estable que llevara la música a los malagueños. Como todas las cosas que se cuecen antes en el corazón que en un despacho, a esta agrupación siempre le persiguió la inestabilidad para alcanzar un sustento económico digno. Ellos, sin embargo, nunca escatimaron en lo más mínimo su entrega musical hasta conseguir un nivel representativo del sinfonismo en nuestro país. No olvidemos que por esta agrupación pasaron en estos años, músicos de fama mundial como los directores Pierino Gamba o Frühbeck de Burgos, la clavecinista Wanda Landoska o el violinista H. Szeryng, entre otros muchos. Un año más tarde del primer concierto de la Sinfónica malagueña, que fue el 12 de Febrero de 1946, se integra en la misma y en las demás actividades musicales de la ciudad el joven chelista Joaquín Claudio -hijo-, que estudiaría chelo con los profesores Eduardo Sanchís y Buenaventura Otero. En el mes de Febrero de 1956, fallecen los dos profesores de violín del Conservatorio, González Palomares y Pérez Zunzarren, haciéndose cargo de la asignatura la concertista Barcelonesa señorita Rosa García Faria, que también se encargará de trabajar el repertorio con algunos violinistas de la Sinfónica malagueña -entre ellos Joaquín-. Rosa interpretó con esta agrupación los más grandes conciertos para violín, Beethoven, Brahms, Mendelsohn,..y entabló amistad con la familia Claudio, que ella siempre consideró como allegados.
Con la aparición de la tercera generación de los Claudio, -se trata de su nieto Javier, autor de esta líneas-, Joaquín asume la responsabilidad de impartirle los primeros conocimientos musicales y violinísticos. Todavía recuerdo, de niño, la imagen de un papel en blanco redoblado con unas cuantas líneas y algunas notas redondas con sus nombres, que llevaba siempre en el bolsillo a todas partes y que, de vez en cuando, sacaba para memorizar. A los diecisiete años, Javier es admitido como “becario” en la Sinfónica y se produce un hecho muy curioso y nada común que refleja la prensa de la época. Tres generaciones intervienen en un concierto de la misma orquesta.
Joaquín Claudio Martín fallece a los 84 años de edad en el número uno de la calle Manuel Giménez Lombardo, curiosamente, este fue el eminente arquitecto malagueño que formó parte activa de la directiva de la Filarmónica Malagueña en sus primeros años de creación. A título póstumo y en agradecimiento y reconocimiento a su labor como músico representativo de nuestra ciudad, en el recién estrenado Ateneo de Música y Danza -1990- se crea un aula con el nombre de Joaquín Claudio Martín.
Esta es la historia de todo un siglo y un nombre. En la memoria del viento se irán perdiendo todas estas historias que, como la de Joaquín Claudio, sirvieron para que hoy podamos hablar de música en nuestra ciudad. Este artículo está dedicado a los pseudo-intelectuales malagueños de nuevo cuño, cuyas orejas han descubierto recientemente la música en un importante y céntrico teatro. Están convencidos de que con ellos comenzó la “auténtica” actividad musical en nuestra ciudad.

Javier Claudio Portales


Javier Claudio Portales. Conservatorio Superior de Música de Málaga. Plza. El Ejido s/n. profesor@javierclaudio.com